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Recordando a José Miguel Carrera Verdugo, el corazón de Chile

Septiembre representa un importante hito en la vida de los chilenos; es el mes del orgullo patriótico y de celebración en familia, con amigos y en las fondas. Todo Chile se viste de alegría y de los colores de nuestra bandera. Esta fecha tan especial se debe a hombres y mujeres que lucharon por nuestra independencia. Entre ellos, el más importante, don José Miguel Carrera Verdugo.

Entre muchas otras cosas, esta tradición de celebrar nuestras fiestas patrias, comienza con don José Miguel Carrera quien, luego de asumir como presidente el 4 de septiembre de 1811, y con la aspiración del autogobierno y la independencia de la monarquía española, organiza, entre el 28 y 30 de ese mes, una gran fiesta que incluyó un baile en la Casa de Gobierno, la iluminación de toda la ciudad, y un Te Deum en la Catedral, al tiempo que la Casa de Moneda es adornada con la Bandera y el Escudo Nacional.

Paradójicamente, un 4 de septiembre José Miguel es fusilado en Mendoza, Argentina, un día como hoy pero de 1821. Por su innegable contribución a la historia de Chile no hablaremos acá de su muerte, pues en este mes de la patria, nadie puede negar su empeño en liberar a nuestro país de la monarquía, en tiempos donde la mayoría de la población se mantenía leal a la Corona, en un país en estado de oscilación y crisis, jurando proteger los intereses del rey cautivo.

¿Cómo se involucra Carrera en esta lucha por la independencia? Nacido en Santiago, en lo que hoy es la comuna de El Monte, sus padres fueron  Ignacio de la Carrera, militar chileno, coronel de milicias y miembro de la Primera Junta de Gobierno de 1810, y de doña Paula Verdugo Fernández y Valdivieso, mujer culta y liberal.  Después de pasar sus primeros años de juventud en Europa, peleando contra las tropas napoleónicas,  llega a Chile el 25 de julio de 1811, y desde un primer momento hace suya la empresa de la Independencia, una lucha personal por la libertad, la igualdad, la justicia y el desarrollo.

Con sólo 26 años se convierte en un acelerador del cambio de la vida política de Chile; y su osadía, valor, imaginación y patriotismo, lo convierten a su vez, en un líder para las tropas, el pueblo y los jóvenes, fomentando en todos ellos el amor por la patria. Antes de él, ningún gobernante se había puesto en contacto con el pueblo.

Por todas estas virtudes, Martínez de Rosas, su adversario en la lucha de la Independencia, en su camino al exilio, señaló que “las esperanzas de la revolución están en los Carrera, especialmente en José Miguel”. Y no se equivocó. Desde un principio, su principal misión fue organizar la revolución por la independencia, la que manejó  como un estratega, a pesar de las resistencias y oposiciones.  Entre sus preocupaciones estaba la invasión de las tropas realistas desde el Perú, pues sabía que España no permitiría el alzamiento de sus colonias. Se preparó y preparó al país para la guerra.

Sentó las bases de la creación del Ejército de Chile, al crear la primera escuela orientada a la enseñanza militar, la Escuela de Jóvenes Granaderos. En un aviso publicado el 14 de enero de 1813 en la Aurora de Chile, Carrera señala que “desde que la guerra es una profesión y una ciencia, es preciso cultivarla aun en los países moderados y pacíficos, para precaverse de la ambición de los demás”.  Intentó dos veces crear una Escuadra Nacional.

En este camino sin retorno, creó los primeros símbolos patrios, la primera bandera (con los colores azul, blanco y amarillo fue bordada por su hermana Javiera); el primer escudo; la primera escarapela. Todo ello casi equivalía a la proclamación formal  de la independencia.

Los historiadores Miguel Luis Amunátegui y Benjamín Vicuña Mackenna, describen a José Miguel Carrera como el más talentoso de los líderes de la Independencia, que se destacó por sus ideas claras, tajantes que quedaron demostradas en cada una de sus acciones y proclamas de 1813: «Ya se borró del diccionario político de Chile la funesta voz: moderantismo». Esta postura firme lo hacía poco tolerante hacia quienes no apoyaban o se mostraban pasivos o indecisos ante la causa de la independencia.

En esta lucha por la independencia, Carrera sabía que un país no tiene futuro ni libertad,  si no cuenta con educación y con un Estado organizado, por lo que debía sentar las bases de un nuevo orden republicano terminando con el gobierno colonial.  Así, una de sus obras más destacables, es el Reglamento Constitucional de 1812, base de nuestra institucionalidad democrática, que establece por primera vez los principios de soberanía nacional, división de poderes,  y derechos individuales. Este Reglamento consagra, en su artículo 5º la voluntad libertaria de Carrera, y es considerado por ello una declaración de Independencia: «Ningún decreto, providencia u orden, que emane de cualquiera autoridad o tribunales de fuera del territorio de Chile, tendrá efecto alguno; y los que intentaren darles valor, serán castigados como reos de Estado«. Consagra de esta forma, nuestro derecho a gobernarnos por nuestras propias autoridades elegidas libremente.  Y no sólo eso, este cuerpo constitucional, influenciado por los procesos independistas europeos y americanos de la época, da un nuevo impulso reformador al Congreso al crear el Senado, estableciendo además una serie de derechos y garantías como la libertad de imprenta y de permanencia,  la igualdad ante la ley, el principio del debido proceso, el derecho de propiedad, el derecho a la seguridad, y el buen trato de quienes son provistos de libertad.

Para Carrera, esta libertad no podía ser entendida sin la educación del pueblo, por ello es reconocido como un apasionado de la educación. El 1º de junio de 1813, crea el Instituto Nacional, y dos meses después, el 19 de agosto funda la Biblioteca Nacional, con un fondo bibliográfico inicial de 5 mil libros de la Universidad de San Felipe. Ese mismo año dicta el Reglamento para Maestros de Primeras Letras, que junto con establecer la obligación de la instrucción primaria  para todo pueblo de cincuenta vecinos o más, determina la gratuidad de la educación, incluyendo  “los libros, papel y demás utensilios que necesiten los educandos». Sin olvidarse de la educación para las mujeres, crea una escuela para niñas.

Este valor que Carrera daba a la educación y al conocimiento, queda aún más reflejado, cuando en 1815, con la esperanza de encontrar allí los recursos que necesitaba para liberar Chile, viaja a Estados Unidos y con el escaso dinero que poseía para la causa, contrata, luego de contraer una gran deuda,  a un grupo de sabios, artistas y artesanos, porque, como el mismo declara “Una  docena de tales personas, vale más para Chile que un ejército”.

Conjuntamente, logró “arreglar las rentas públicas y duplicarlas”; “trae desde Norteamérica la primera imprenta creando el primer periódico, La Aurora de Chile; formó sociedades para fomento de la agricultura y el comercio; estableció relaciones comerciales con Estados Unidos; formó los escuadrones de la Gran Guardia, que él mismo instruía y disciplinaba…” (Biografía D. José Miguel Carrera).

Se establecen, además, las industrias del tejido; se crea un Hospital Militar; se hermosea la Alameda de Las Delicias, entre otras….Todas estas iniciativas dan cuenta del ánimo de progreso que inspiraba al Gobierno de José Miguel Carrera, y en especial, de su visión para detectar lo que serían los grandes temas del desarrollo republicano de Chile.

Las obras de José Miguel Carrera hablan por sí solas, pero tuvo un sueño incumplido: la creación de la Escuadra Nacional. Así le escribía a su amado hermano Luis “….Te olvidas que mis miras son marítimas, y nada me dices del Pacífico. Quiero mucho que nuestra libertad empiece por donde empezó nuestra esclavitud”.

Pedro Lira Urquieta en su semblanza del héroe señala: “nunca vaciló en sus ideales republicanos. Aquí en Chile, en Argentina o en Uruguay, se burló de los intentos de restauración monárquica y combatió acerbamente a los sostenedores de esa idea”. «Sembró a manos llenas la semilla de la libertad y de la democracia. Logró encender en los corazones juveniles la llama del entusiasmo y sacudió el letargo colonial. Cuando estuvo caído el ánimo de los patriotas, él se mantuvo firme sin desesperanzar nunca (…) Hizo pasar, por último, una ráfaga de grandeza y de heroísmo a través del país despertando a una nacionalidad todavía difusa.»

Mucho se podría decir de don José Miguel, y al recordarlo hoy en un nuevo aniversario de su muerte, bien vale la pena reproducir las palabras del doctor Clemente Godoy, padre del Gobernador Tomás Cruz: «La vida de Carrera es un abigarrado conjunto de triunfos y fracasos. Se alza como un meteoro en el cielo revolucionario de la Patria Vieja y desaparece tras la cordillera, envuelto en las últimas luces del crepúsculo que significó Rancagua. Asombra su viaje a los Estados Unidos e irrita su falta de perspicacia para aprovechar su posición después del Tratado del Pilar. Hizo un culto de la amistad y por su antiguo camarada de España, el General Carlos María de Alvear, comprometió su prestigio en Buenos Aires, y por el General Ramírez, el gaucho recio que se sacrificó por amistad, vario su ruta a Chile, perdiendo su ejército y la vida». José Miguel Carrera fue fusilado el 4 de septiembre de 1821 en Mendoza por orden del Gobernador Tomás Godoy Cruz.

En su corta y tan intensa vida, José Miguel Carrera, fiel amigo de Manuel Rodríguez, se consagró a la lucha por la independencia. Vivió y murió por la libertad de Chile, y por ello es reconocido, con justa razón, como el primer héroe de nuestra patria. Su último grito: “¡Muero por la libertad de América!”.