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Hiroshima y Nagasaki 80 años después del ataque letal de las bombas nucleares de Estados Unidos

Los días 6 y 9 de agosto de 1945, los habitantes de las ciudades japonesas Hiroshima y Nagasaki, sintieron el impacto letal de las bombas nucleares estadounidenses “Little Boy” y “Fat Man”, que ocasionaron la muerte de más de 200 mil personas, además de miles de víctimas sobrevivientes con secuelas gravísimas por la radiación.

Cinco días después, el 15 de agosto, Japón anunciaba la rendición incondicional ante las potencias aliadas de la Segunda Guerra Mundial encabezadas por Reino Unido, Estados Unidos y la Unión Soviética, que se enfrentaron al Eje conformado por Alemania, Italia y Japón. La conflagración hizo tomar posición a la mayoría de los países del planeta más allá de los escenarios geográficos de la guerra.

Se vivían años de desolación en el mundo, recién en mayo del 45` la Alemania de Hitler había firmado el armisticio en Berlín y con ello se abría una nueva época en el mundo.  Un período de reconstrucción y reflexión sobre los horrores de una guerra que se cobró más de 50 millones de vidas. A las políticas de exterminio y genocidio por parte del nazismo en contra de los judíos en razón de su condición étnica y religiosa, se sumaron la persecución a gitanos, a personas con discapacidades, a homosexuales y a cientos de miles de ciudadanos y ciudadanas por su pensamiento político y filosófico.  Una época que en su epílogo,  inauguró a sangre y fuego, la posibilidad del exterminio nuclear.

El anhelo de justicia, la voluntad de impedir nuevas confrontaciones bélicas que significaron  la muerte y violaciones masivas y sistemáticas a los derechos humanos de millones de personas, motivó a las naciones a suscribir la Carta de las Naciones Unidas firmada el 26 de junio de 1945 en San Francisco, Estados Unidos. El Gobierno de Chile ratificó dicho documento en septiembre de ese año, con la aprobación del Congreso Nacional y la firma del entonces Presidente de la República,  Juan Antonio Ríos.

El preámbulo de la Carta, da cuenta de la enorme conmoción que ocasionaron las dos guerras mundiales en el siglo XX:  “Nosotros los pueblos de las Naciones Unidas resueltos a preservar a las generaciones venideras del flagelo de la guerra que dos veces durante nuestra vida ha infligido a la Humanidad sufrimientos indecibles, a reafirmar la fe en los derechos fundamentales del hombre, en la dignidad y el valor de la persona humana, en la igualdad de derechos de hombres y mujeres y de las naciones grandes y pequeñas, a crear condiciones bajo las cuales puedan mantenerse la justicia y el respeto a las obligaciones emanadas de los tratados y de otras fuentes del derecho internacional, a promover el progreso social y a elevar el nivel de vida dentro de un concepto más amplio de la libertad”.

Este impacto alcanzó también a la comunidad científica internacional  generando debates éticos sobre las consecuencias del desarrollo de las ciencias sobre la humanidad, que han cobrado vigencia hoy con las aplicaciones de la inteligencia artificial generativa.

Desde las artes y la cultura las expresiones han sido variadas y numerosas desde el Manifiesto Místico de Salvador Dalí en 1951, hasta la filmografía contemporánea  japonesa de animé, manga y comics de animación, con exponente de la talla de Osamu Tezuka y su sucesor, Hayao Miyazaki.  En el canon grandes producciones, el tema lo reinstalo la película Oppenheimer, que aborda una honda reflexión sobre el desarrollo de las primeras armas nucleares como parte del Proyecto Manhattan. Hace lo propio la serie “Chernóbil” que relata la historia del accidente nuclear ocurrido en 1986 en la central nuclear de Chernóbil, ubicada en Ucrania, en la entonces Unión Soviética.

En el Chile actual, el autor Benjamín Labatut, en su obra “Un verdor terrible”, galardonada con el Premio Municipal de Literatura 2020-21 otorgado por la I. Municipalidad de Santiago, nos propone  una lectura reflexiva acerca de  la producción científica y sus consecuencias sobre el presente y futuro de la humanidad.

Transcurridos 80 años desde los fatídicos bombardeos a Hiroshima y Nagasaki, incluido el periodo del “detente” y guerra fría, existen a lo menos 10 países que poseen armas nucleares, incluidas las potencias Estados Unidos, Federación Rusa y República Popular China, manteniendo viva, de esta forma, la amenaza nuclear.

En esta conmemoración los Museos Conmemorativo de la Paz de Hiroshima, el Museo de la Bomba Atómica de Nagasaki, el Museo de la Bomba Atómica de Nagasaki; el Parque del Hipocentro de la Bomba Atómica en Nagasaki, el Memorial de la Paz de Hiroshima, el Museo de Ciencia e Historia Nuclear de Japón y otras entidades culturales del país nipón, han dispuestos programas de recuerdo y homenaje a las víctimas  y sobrevivientes con la finalidad de ejercer la memoria y hacer un nuevo llamado a la convivencia pacífica entre los países, en el complejo contexto actual.