Fernando Cuadra Pinto: 60 años de teatro

“Soy un convencido que el teatro no va a cambiar el mundo,
pero sí que puede mejorarlo”
Ha fallecido el dramaturgo, actor y director de teatro Fernando Cuadra Pinto. Rodeado de sus más cercanos el dramaturgo de 94 años falleció en Santiago, donde vivía hace un año con algunos familiares, quienes comunicaron discretamente su partida.
Su sobrino nieto Daniel Pardo publicó un mensaje en las redes sociales en que señaló: «Se nos ha ido otro de los grandes del teatro nacional un gran dramaturgo y maestro», indicando además que Cuadra murió «rodeado de su familia y con tranquilidad de haber cumplido todos sus sueños».
Aunque vivía en Cartagena desde el año 2008, a mediados del 2015 se presentó en la sala Antonio Varas con la obra Mientras tanto, el monólogo de un viejo dramaturgo que vive solo, en el que recuerda su vida y reflexiona sobre su trabajo, el tiempo y la vejez. Luego de 60 años de vida teatral, esa vez Cuadra se despidió de los escenarios.
El teatro universitario
El nombre y la obra de Fernando Cuadra están asociados a los dramaturgos de la llamada “generación de los teatros universitarios”, esa generación que marcó un hito en nuestra dramaturgia, y que está conformada por destacados creadores como Jorge Díaz, Egon Wolff, Luis Alberto Heiremans, Isidora Aguirre y Sergio Vodanovic, entre los más conocidos.
A pesar de esta clasificación temporal, asociada a la “Generación del 50” en la literatura nacional, el mismo Fernando Cuadra no compartía esta categorización, y en una entrevista con Eduardo Guerrero, afirmaba: “Si bien existe una relación cronológica en cuanto a fechas de nacimiento, nunca he tenido una relación muy profunda con los que serían mis compañeros generacionales. Sin embargo, coincidimos en un hecho: esa generación surge bajo el alero y estímulo del proceso de creación de los teatros universitarios”.
Por su parte, el crítico e investigador Juan Andrés Piña establece conexiones más cercanas con sus contemporáneos: “Cuadra tiene en común con estos dramaturgos un interés a veces por rescatar el pasado histórico chileno como lo hiciera María Asunción Requena o Fernando Debesa; indagar en ciertos ambientes folclóricos maravillosos, como Sieveking; preocuparse por los temas chilenos, sus clases sociales y conflictos típicos, como algo de Vodanovic o Wolff. Cuadra indaga los temas chilenos a fondo, retrata a la clase media y baja, hace una radiografía de sus problemas más comunes, estudia el matriarcado, los problemas laborales, las conductas típicas que llevan a resolver los conflictos de determinadas formas, imita al centímetro el lenguaje popular, campesino, juvenil de determinadas épocas”.
Formado como profesor de literatura y filosofía en el Instituto Pedagógico de la Universidad de Chile, desde un comienzo trabajó en sus dos vocaciones: el teatro y la docencia. Fue profesor del Internado Nacional Barros Arana y en las Universidades Católica de Santiago y Católica de Valparaíso. En la Universidad de Chile fue Decano de la Facultad de Artes entre 1983 y 1986, y su paso por el cargo en plena dictadura, arrojó sombras sobre su trabajo creativo y su trayectoria.
El Teatro La Casa y de la sala La Palomera
Como fundador y director de la escuela Teatro La Casa y de la sala La Palomera, en Estación Central, cerró ambos espacios y se instaló en Cartagena hace unos años. Solo y alejado del medio teatral de Santiago, el dramaturgo estrechó lazos con la comunidad y fue uno de los fundadores de la Corporación Cultural, que lo postuló en numerosas ocasiones al Premio Nacional de Artes Escénicas, sin éxito. Organizaba ciclos de cine, conversaciones y ofreció también talleres de dramaturgia en Cartagena y en el Centro Cultural San Antonio.
En una entrevista con Sergio Cona, y con ocasión de los 30 años del Teatro La Casa, publicada en la revista digital critica.cl, Cuadra reafirmaba sus convicciones sobre su labor y el rol que podía jugar una escuela como la suya: “Soy un convencido que el teatro no va a cambiar el mundo, pero sí que puede mejorarlo, en consecuencia se trata de despertar acá en el estudiante la consciencia social del país en el que vive y los aspectos que tendría que cambiarse para tener un mundo más ecuánime, más justo, incluso más armónico, estas ideas y proyectos dicho de manera muy general se mantienen absolutamente vigente hasta el día de hoy, en consecuencia mi escuela no está formando figuras de televisión, no está formando estrellas de cine, no está formando el actor decorativo, hay otras instituciones que lo hacen muy bien, a mí me interesa formar un actor disciplinado y consciente de las obligaciones que tiene con la sociedad que vive”.
Los premios y reconocimientos
Prolífico autor de más de medio centenar de obras dramáticas, también escribió ensayos sobre temas teatrales y poéticos, y una novela. En dos oportunidades obtuvo el Premio de Teatro Experimental de la Universidad de Chile, en 1948 por “Las Medeas” y en 1950 por “Las murallas de Jericó”.
En 1968, su obra más conocida, “La niña en la palomera” obtuvo en Santiago el Premio Municipal de Literatura en el género Teatro, y en el año 2012 recibió el autor el Premio Municipal de Arte en el género Artes Escénicas.
El Jurado de este último certamen, conformado por Alejandro Guarello, Enrique Matthey y Abel Carrizo – Muñoz fundamentó el galardón diciendo que se trata de “uno de los dramaturgos más importantes del teatro chileno con más de una veintena de obras estrenadas. Su versatilidad creativa también la ha desplegado en la publicación de ensayos que han contribuido a enriquecer el acervo teórico del teatro chileno. Sobresaliente formador de nuevas generaciones como profesor en varias universidades y con una destacada labor como infatigable animador y gestor a cargo de relevantes instituciones del arte nacional.”
Cuadra también fue miembro de Número de la Academia Chilena de Bellas Artes desde 1977, ocupando el sillón Nº17 de la institución. Fue recibido por el académico Fernando Debesa y leyó un discurso de incorporación sobre la obra de Germán Luco Cruchaga “La viuda de Apablaza”.
La niña en la palomera
Sin duda es la obra más conocida de la larga trayectoria y trata de una adolescente llamada Ana, que tiene conflictos generacionales con sus padres. Cuando Cuadra alude a su génesis, relata: “Un día abro Las Últimas Noticias, diario que no leo mucho, pero que siempre está en casa, y encuentro en las páginas policiales, que me interesan bastante, una crónica sobre “El caso de la niña en la palomera”. Entonces, siento que hay mucha poesía allí, y después de leerlo, decido investigar”.
En la obra se retrata de modo crudo la relación de Ana con sus padres, con su amiga Gaby, con “la patota” y, especialmente, con Manuel, un hombre casado y con hijos, mucho mayor que ella, y que la lleva a vivir en el altillo de su casa. A medida que ella va madurando se va dando cuenta que no todo es flor de rosa y reclama airada: “Y después, cuando me trajiste a esta palomera. A esta inmundicia. A esta porquería”. Entre los motivos literarios presentes hay que destacar la incomunicación, la violencia intrafamiliar, el acendrado machismo, el carácter realista y documental de la obra, la evidencia del medio ambiente social, el lenguaje de la época. Para el crítico Juan Andrés Piña “aunque esta última no es una gran obra, tiene valor por el carácter documental de su propuesta: entregar el fragmento de una realidad chilena de los grupos relativamente desposeídos que progresivamente es más alarmante”. La obra fue estrenada por el Teatro de la Universidad Católica en 1966, bajo la dirección de Fernando Colina y la historia fue llevada al cine por Alfredo Rates en 1990, en un largometraje protagonizado por Marcela Osorio.