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Día del Cine Chileno: memoria, identidad y patrimonio

Día del Cine Chileno: memoria, identidad y patrimonio

Cada 29 de noviembre, Chile conmemora el Día del Cine Chileno, una fecha que reconoce la trayectoria y el patrimonio audiovisual del país. La efeméride recuerda la desaparición de los cineastas Carmen Bueno y Jorge Müller en 1974, ambos vinculados al desarrollo del cine nacional. Su legado simboliza el valor de la creación cinematográfica como expresión cultural, artística y humana. Esta conmemoración, invita cada año a reflexionar sobre la importancia del cine en nuestra identidad y a relevar a quienes han contribuido a construirlo a través de más de un siglo de historia.

Un poco de historia sobre sus orígenes

El cine llegó a Chile en un momento de gran dinamismo cultural. Entre fines del siglo XIX y comienzos del XX, el país vivió lo que los historiadores denominan la Belle Époque chilena (aprox. 1870–1920), una adaptación local del concepto europeo, asociado a prosperidad económica, avances tecnológicos y florecimiento de las artes. En nuestro país, este proceso fue impulsado especialmente por Benjamín Vicuña Mackenna durante su intendencia en Santiago (1872–1875), cuando se realizó una profunda modernización urbana, aperturas de parques y construcción de avenidas inspiradas en modelos europeos.

En este ambiente de modernidad y afrancesamiento cultural, con edificios, salones, teatros y nuevas formas de sociabilidad inspiradas en el Viejo Continente, el cinematógrafo encontró un terreno fértil. La invención, presentada por los hermanos Lumière en París en 1895, llegó a Chile apenas meses después: en 1896, el Teatro Unión Central de Santiago ofreció sus primeras funciones, despertando inmediata fascinación entre el público.

Uno de los pioneros más destacados fue Luis Oddó, fotógrafo de Iquique, quien en 1897 filmó los primeros registros documentales del país, como “Una cueca en Cavancha” y “Bomba Tarapacá N.º 7”. Más tarde, a comienzos del siglo XX, las producciones chilenas comenzaron a explorar la ficción. En 1910, con motivo del Centenario, Adolfo Urzúa estrenó “Manuel Rodríguez”, considerada la primera película argumental chilena, influida directamente por el teatro de la época.

Durante la década de 1920, el cine chileno vivió su primer gran auge. Se produjeron numerosos largometrajes mudos de diverso formato; crónicas sociales, melodramas, relatos regionales y reconstrucciones históricas, surgieron revistas especializadas y se creó el primer organismo de censura cinematográfica en 1925. Fue un período marcado por la creatividad, experimentación y la consolidación de un lenguaje propio.

En ese contexto de crecimiento artístico, en 1942 se creó Chilefilms, la empresa estatal destinada a impulsar la producción, distribución y conservación del cine nacional. Su establecimiento permitió profesionalizar la industria, dar soporte técnico a realizadores y promover la formación de equipos especializados, convirtiéndose en un pilar fundamental del desarrollo audiovisual del país durante gran parte del siglo XX.

Dentro de ese florecimiento destaca la figura de Pedro Sienna, actor y director que marcó la historia del cine silente chileno. El 21 de noviembre de 1925 estrenó “El Húsar de la Muerte”, una obra que recrea la figura de Manuel Rodríguez y su legendaria guerrilla. Con una narrativa ágil, un estilo visual innovador y un profundo sentido de identidad nacional, la película se convirtió en un hito artístico inmediato.

A lo largo del tiempo, el film fue restaurado y resguardado, y en 1998 fue declarado Monumento Histórico, reconociendo su aporte cultural y patrimonial.
Este año se cumplen 100 años de su estreno, un hito que complementa y enriquece la conmemoración de noviembre, invitando a valorar la continuidad histórica del cine nacional y sus momentos fundacionales.

La celebración del Día del Cine Chileno es una invitación a mirar nuestro patrimonio audiovisual con una perspectiva amplia: desde los pioneros que filmaron las primeras imágenes en blanco y negro hasta las creadoras y creadores contemporáneos que hoy posicionan al cine chileno en festivales internacionales. Es también una oportunidad para reconocer a quienes han preservado estas obras, restaurado materiales y transmitido su valor a nuevas generaciones.